jueves, 27 de octubre de 2011

Inicis

Si voleu, ja podeu penjar aquí els vostres exercicis sobre "Inicis".

14 comentarios:

Álvaro Martín dijo...

Final de trayecto

No debería haber sido diferente. Las instrucciones habían sido claras y el objetivo estaba identificado con precisión. Sentado en el borde de la bañera, Max ojeó por enésima vez los pocos papeles que contenía la carpeta y visualizó en su mente la sala de reuniones del Sindicato, el estrado desde donde hablaría la víctima, la puerta de emergencia que le serviría como vía de escape. Pero un resto de mala conciencia le atenazó el estómago, y sintió la repentina necesidad de bajar al bar del hotel a tomar una trago.
Tan sólo a partir de la tercera copa comprendió las raíces de ese desasosiego que le perseguía desde hacía días. Pronto cumpliría 45 años y se sentía muy cansado: era demasiado tiempo viajando de aquí para allá, siempre ocultando su verdadera identidad, trabajando para oscuros intereses y obteniendo un dinero manchado de sangre. Incluso sus relaciones con los demás eran mercenarias; la muchacha (Rosie, le dijo que se llamaba) que dormía profundamente en su habitación lo demostraba.
Volvió a la habitación y decidió que podría ser una buena idea darse una ducha. Fiel a su rutina, echó la llave y la guardó en el albornoz. El agua fría le despejó, pero quizás fue peor el remedio que la enfermedad, porque al salir del cuarto de baño tuvo una revelación muy simple. Era necesario poner punto final a todo aquello, y debía hacerlo enseguida.

Sacó la llave de la habitación del bolsillo de su albornoz. Echó una ojeada a la chica que dormía en la cama. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de ropa. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Volvió a la cama, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien.

Álvaro Martín

Joan dijo...

Hola a tots;
Una proposta d’inici per aquest maquiavèlic- i farcit de trampes- final que ha proposat en Joan.
Jordi

(Primera part)
LA ESPERA
Cuando Sid le llamó para encargarle aquel trabajo, John dudó. Aunque se havia jurado no acercarse a su antiguo mundo, y no volver, jamás, a pisar una cárcel, necesitaba el dinero. Clarisse, su mujer, le había abandonado el día que ingresó en prisión, dejándole a duras penas su ropa y varios insultos. Cuando regresó a la casa vacía, tras un año en el infierno, había tomado la decisión de cambiar de vida: abandonar el mundo asqueroso de robos de mierda, palizas, amenazas y chantajes baratos. Se iría a Florida donde Harry, su único amigo, le esperaba para montar un pequeño negocio de seguridad privada en un puerto deportivo. Podía irse y abandonarlo todo, pero necesitaba algo de dinero, y el trabajo que le proponía Sid no implicaba ni sangre, ni violencia: vigilar a una chica secuestrada hasta que los padres pagaran. No debía preocuparse de nada; solo vigilarla y esperar hasta que Barry le llamara para liberarla.
Se encontraron en el bar de Charly, en Montague Street, cerca del puente del puerto
- Como vas Johh?
- Mal, Sid, muy mal pero haré el trabajo, el último para vosotros. Cuando terminemos, me dais la pasta y desaparezco para siempre. Dime que hay que hacer y cuando.
- Calma, John, calma, tranquilo.
Y le expuso el plan.
Parecía sencillo, pero cuando supo de quien se trataba se asustó: la hija de Frank Harris no era cualquier chica. Frank era una asesino. Es cierto que él solo debía vigilarla y esperar, pero al recordar lo que Frank le había hecho a Kurtz el Niño, por una discusión estúpida, un escalofrió le recorrió la espalda. Por un momento sintió miedo; el secuestro podría durar varios días, incluso un mes, pero Sid le aseguró que Frank acabaría cediendo “Le tenemos cogido por lo cojones”, le había dicho. Y le pagarían muy bien.

Joan dijo...

(Segona part)
El lunes por la mañana, bajo un sol castigador, se dirigió al camping donde le esperaban Larry y Fritz, dos viejos conocidos. Le ayudaron, renegando, con las pesadas maletas. Había cogido todo lo que quedaba en su casa porque no pensaba volver jamás: toda su ropa, sus dos automáticas, su colección de còmics y un único recuerdo de su vida con Clarisse: un precioso albornoz que ella le regaló en su primer aniversario.
Los bungalow estaban bien situados y parecía fácil vigilar la carretera exterior. Él ocuparía el mas alejado, y Larry y Fritz los dos mas cercanos. Alejado de Miami, en un paraje casi desértico, no parecía difícil detectar la presencia de extraños. Sin embargo, inspeccionó detalladamente todo el camping: los caminos centrales y laterales, la piscina, las vías de servicio. Estudió con todo detalle los posibles accesos, los puntos muertos, las líneas de luz y teléfono. No podía permitirse ningún error. En el interior comprobó que la nevera estaba llena, que el televisor funcionaba y que las dos pequeñas habitaciones cerraban con llave. Solo hacia falta esperar.
Al poco tiempo llamó Sid.
-Jonh, esta noche llegara el paquete. Estará dormida. Enciérrala en una habitación y espera instrucciones. Te llamaré mañana, y estate tranquilo: todo ha salido a la perfección.

Sobre las diez una llamada, y poco después se acercaba un coche, sin luces. En un instante, y en completo silencio, dos hombres descargaron lo que parecía un saco de dormir. Sacaron a la chica, amordazada, de su interior y la dejaron encima de la cama. Era casi una niña. John, con suavidad la esposó a la cama. Parecía muerta pero no lo estaba.
_No te preocupes John, -le dijo uno de ellos- con lo que le hemos dado no se despertará en dos días. Sid te llamará pronto.
Por la mañana el calor ya era insoportable. John se abrió la puerta de la habitación, comprobó que la chica respiraba y decidió darse un baño en la piscina. Cerró con la llave y avisó a Larry para que estuviera atento mientras el se daba un chapuzón. El baño le sentó bien pero no disminuyó sus temores: Frank tenía recursos, buenos contactos y era muy peligroso. A media tarde volvió a revisar todos y cada uno de los caminos del camping y los posibles accesos a los bungalow. Admitió que era difícil esconderse y preparar un asalto sin ser visto. Al regresar, un repentino silenció le puso en sobre aviso. Se giró y allí estaban: tres coches se acercaban desde la carretera, sin esconderse, sin prisas, como una máquina de matar impecable. Era el final.
No sintió miedo, solo un ligero escalofrió en el centro del alma. Sonrió, respiró profundamente y con una con una extraña tranquilidad se acercó al sofá y sacó la llave de la habitación del bolsillo del albornoz. Echó una ojeada a la chica que dormía en la cama. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de ropa. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Volvió a la cama, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien.
Jordi

lola toledano dijo...

1ª parte

Al principio, cuando la culpabilidad y los remordimientos le carcomían, hubiera deseado que le preguntara, que le prohibiera salir de casa, que bloqueara la puerta y le barrara el paso con determinación, con violencia incluso. Hubiera significado para él una muestra evidente de su amor. Sin embargo, jamás abrió la boca: no objetó, ni preguntó, ni se quejó. Aquel silencio suyo le dolía más que si le hubiera insultado, más que si hubiera actuado como una esposa celosa ante una sospecha de infidelidad, de una traición. Se sentía un tirano, un mierda, y la culpabilidad le impedía respirar.
Cuando sonaba el teléfono él simplemente contestaba: “Sí… de acuerdo… hasta luego”, y después se acercaba hasta donde estaba y le decía, distraídamente, “voy a salir un rato”, y ella no le preguntaba “¿quién te ha llamado? ¿a dónde vas? o ¿con quién?”, y se limitaba a decir “es igual; ya bañaré yo a los niños”. Luego, se atrincheraba en la cocina mascullando improperios, y musitando vocablos inteligibles.
En alguna ocasión la intuía, observándole a su espalda, pero no decía nada. Si se giraba de repente, siempre tropezaba con aquella mirada vacuna, mansa, con aquel aire de resignación, aquel aspecto de víctima expiatoria, aquella actitud beatífica que le provocaba sentimientos de ira, de rebeldía, y deseos de venganza y, sin saber por qué, un deseo febril de humillarla y machacarla, aún más. Había llegado a odiarla, y a odiarse por albergar esos sentimientos. (¡Cuántas veces pensó que si un día ella hubiera reaccionado, tal vez todo hubiera sido diferente en sus vidas!).
No podía más y tomó una determinación. Llegó a su casa cuando ya anochecía, resuelto a hacer el momento lo más breve y lo menos tenso posible. Ella permanecía en el cuarto en penumbra, frente a la ventana, mirando hacia el exterior, sin ver, y aunque era seguro que le oyó llegar, no preguntó, ni objetó, ni opinó. Sólo le observó; y cuando la apremió, con tono agresivo: “¿es que no tienes nada que decir?”, ella clavó de nuevo sus ojos en los suyos y por un instante parecía que iba a hablarle; pero enseguida apartó la vista y la volvió a perder, tras los cristales, en la noche.

lola toledano dijo...

2ª parte

Él no quiso encender la luz. Fue directamente al dormitorio y bajó el juego de maletas del altillo; metió en ella sus cosas y entonces se acercó a su esposa. Había ensayado mentalmente la escena; pensaba decirle que quería comenzar una nueva vida, que necesitaba otra oportunidad, que aún eran jóvenes, que en esa casa se asfixiaba, que ella merecía alguien mejor, que no permitiría que le faltara de nada… Ella giró la cabeza para mirarle, pero su rostro no mostró expresión alguna.
Salió de la casa dejando sus llaves sobre la mesa, sin pronunciar una sola palabra. No era necesario; hacía años que se habían dicho adiós. Estaba furioso y debía serenarse –se dijo-; pronto podría iniciar una nueva vida. Pero en ese estado no era capaz de razonar. Detuvo el coche por miedo a estrellarse y prefirió caminar un poco en la noche. Durante una hora recorrió arriba y abajo, a paso precipitado, la calle principal de la ciudad, rogando al destino que le mostrara su camino.
Entonces recordó a una vieja amiga, dueña de una casa de citas que él no frecuentaba, y la pidió que le enviara al hotel, al que se dirigía, una mujer, “normal” -le advirtió-, “y que no parezca una puta. Sí, para toda la noche”.
Se alojó en el hotel elegido, pero al cerrar la puerta de la habitación toda la congoja del mundo pareció engullirle. “No voy a permitirlo –se juró-. Voy a comenzar de nuevo”. Llegó la mujer, -demasiado joven para su gusto-. Pero ella estaba allí para satisfacerle, así que follaron, sin preámbulos, sin pasión, más bien como un requisito a cumplir por el precio que iba a pagar. La joven parecía agotada -¿tendría otros servicios, una familia?-. No quería saber nada, y apenas pronunciaron dos palabras. Al acabar, él decidió bajar a la piscina a hacer unos largos. “Me ayudará a relajarme -le dijo-. Tú descansa, y cuando suba, lo haremos de nuevo”.
Pasó la noche sumergido en alcohol y en agua de piscina. Hasta que lo vio claro.
A trompicones, logró subir en el ascensor, sin actividad a esas horas de la madrugada. Sacó la llave de la habitación del bolsillo de su albornoz. Echó una ojeada a la chica que dormía en la cama. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de ropa. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Volvió a la cama, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien.

lola toledano dijo...

No tengo muy claro si he enviado bien el segundo ejercicio, pues según me indican en este mismo recuadro, debe tener menos caracteres, asi pues lo remito en dos partes.
Gracias al compañero que ha traducido del inglés los artículos. Sigo admirando los relatos cortitos, pues a mí me es casi imposible.(Ah! Y a ver si la próxima sugerencia es más festiva, porque llevo dos ejercicios...!). Saludos a todos.

Rosa dijo...

El fuelle de la fragua.
1ª Parte
Marcos, de crío, era tan pequeño que parecía cumplir siempre cuatro años. En el colegio los niños, crueles y sinceros por naturaleza, le llamaban enano. Al principio no les hacía demasiado caso pero poco a poco empezó a refugiarse en sí mismo hasta términos impensables.
Sus padres siempre andaban preocupados por la actitud de su hijo, como todo progenitor responsable empezaron a consultar médicos y hospitales, todo les decían lo mismo- No se preocupen, ya crecerá. Pero Marcos no crecía.
A cambio su inteligencia sí lo hacía, niño listo sí señor, su abuela decía que tanto pensar era lo que no le dejaba crecer.
Uno de los entretenimientos de Marcos era esconderse en sitios insospechados, su reducido tamaño se lo permitía. Se metía en el cesto de la ropa, en el mueble bar, en cualquier armario, nadie sabía porque ni que hacia allí dentro. Una de esas veces se quedó dormido en su escondite favorito, el armario de mamá, la abuela, muy ordenada, paso por allí y echo la llave. Pasaron las horas y el niño no aparecía, cuando ya estaban a punto de llamar a la policía unos golpes en el armario delataron su paradero. Le cayó una bronca y un castigo del tamaño de una catedral pero no sirvió para nada, al cabo de tres o cuatro días volvió a las mismas.
Los veranos la familia en pleno se trasladaba a un pueblo de Soria donde los niños campan a sus anchas por donde quieren y solo van a casa cuando sus estómagos les dan señales de alarma.
Una tarde Marcos no fue a recoger su bocata de chorizo para merendar, eso no era nuevo, a veces merendaban en otras casas y nadie le dio mayor importancia, pero cuando a la hora de la cena tampoco apareció todo el mundo empezó a alarmarse y se inició la búsqueda. Primero por las casa, después por el rio, las cuevas, el monte cercano, nada, no estaba en ningún sitio.
En el pueblo había una antigua fragua abandonada donde la entrada estaba completamente prohibida por los peligros que entrañaba, como podéis suponer era el escondite preferido de Marcos. Iba casi todos los días, entraba por un agujero en la valla que lo protegía y se quedaba allí horas y horas, había algo en aquella estancia que le llamaba poderosa mente la atención: un fuelle, el fuelle de la fragua. Era un artilugio enorme destinado en sus tiempos a impulsar aire para avivar el fuego. Superaba en tres veces su altura y por ello no se atrevía a subir, pero esa tarde lo intentó y lo consiguió claro. Descubrió que en la parte superior había un orificio, instantáneamente ante él se dibujó el escondite perfecto así que saltó al interior, una vez dentro pensó en las posibilidades de su muevo refugio, claro que cuando llegó la hora del bocadillo de chorizo se dio cuenta que no podía salir, la pared del fuelle era demasiado alta y allí estuvo resignado, pero sin miedo, esperando a que alguien lo encontrara y pensando que esta vez la bronca no tendría tamaño.
Mientras en el pueblo ya se había movilizado la Guardia Civil y se inició la batida. La noche iba pasando, la preocupación creciendo y… Marcos durmiendo.
A la tres de la mañana María, una niña pecosa con cara de buena, decidió hacer de tripas corazón y confesó que muchas veces ella y Marcos iban a jugar (y a darse besos furtivos, eso no lo dijo, claro) a la vieja fragua.
El pueblo en pleno se dirigió hacia allí y sacarlo en una dura tarea de rescate, vacilaron después, que en realidad no fue para tanto.
Marcos pasó el resto del verano encerrado en casa pero esa aventura se la guardó para siempre.

Rosa dijo...

2ª Parte
Con el paso de los años creció su cuerpo pero su cabeza sufrió una dura transformación: trastorno psicológico severo, esquizofrenia paranoide decía en los papeles, ahora ya no buscaba escondites, ahora su guarida favorita era él mismo.
Aquella noche, como tantas otras, había llamado a Marta, la única prostituta que aún le hacía caso, pensaba darle una sorpresa, se lo merecía, llevaba años aguantando sus neuras y sus desvaríos.
Así que, alquiló una habitación para varios días en un caro hotel, -con yacusi- le dijo. Metió, toda la medicación y su mejor ropa interior en una pequeña maleta y su ordenador personal junto con un excelente surtido de preservativos de colores en otra.
El hotel era fantástico y Marta estaba encantada, aunque algo no le cuadraba no quiso preguntar. Después de un relajante baño y enfundados en cómodos albornoces volvieron a la habitación. Una vez allí a Marcos se le empezó a nublar la cabeza, volvió el desasosiego y las voces.
Con la excusa de que se había dejado las gafas en la zona de baños, salió a fumar, a esperar que Marta se durmiera y que el tumulto desapareciera. Solo consiguió una.
A los 44 años, medicado hasta las cejas y con una vida para él inútil, deseó de repente volver al fuelle de la fragua.
Sacó la llave de la habitación del bolsillo de su albornoz. Echó una ojeada a la chica que dormía en la cama. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de ropa. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Volvió a la cama, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien.


Rosa Martinez
30/10/11

Esperanza dijo...

Tan sólo hacia dos horas que habia salido de casa y en ese espacio de tiempo todo habia cambiado, nada volvería a ser igual, el aire era el mismo pero lo percibía de forma diferente, ahora era consciente de esa cálida brisa otoñal. Veía a la gente pasar apresurada a su lado, le llamaban la atención los colores, de sus trajes, de los coches, de los rótulos…. todos los colores, es curioso, antes formaba parte de ese paisaje y de repente se habia convertido en espectador.
Todavía martilleaban en su cabeza las últimas palabras del médico: Lo siento, no voy a mentirle pero los resultados de los análisis no dan opción a error….de pronto las palabras del galeno empezaron a oírse lejos, lo que más fuerte escuchaba eran los latidos de su corazón y ese dolor agudo en el plexo solar, cada vez le costaba más respirar, no podía pensar ni moverse. ¡Le estaba dando un ataque de pánico! Siempre habia sido algo hipocondriaco pero eso no lo esperaba, las cosas terribles siempre les ocurre a los demás.
Los últimos dos años habían transcurrido vertiginosamente, conoció a Martina y en poco más de un año se casaron. No era una chica espectacular, más bien menuda y vivaz, con mucho carácter y eso a él le complementaba, se sentía afortunado de que una mujer como ella se hubiera fijado en él. Su vida al lado de Martina era más fácil, se sentía cómodo, despreocupado, ¿feliz?, si quizás esa fuera una definición aproximada. Y ahora ¿Cómo enfrentar lo que le esperaba? ¡No!, no quería aceptar, no podía pensar, necesitaba respirar libremente. Salió de la consulta y empezó a andar abstraído, como un autómata, sin dirigirse a ningún sitio en particular, sólo quería respirar sin dolor.
-Alberto ¿Qué te ocurre? Te noto muy serio
-Nada, es que mañana la empresa me envía fuera de la ciudad y ya sabes que no me gusta dormir fuera de casa
-Pues no es para estar así, más vale que te acostumbres, tú elegiste este empleo
-Ya pero a lo malo nadie se acostumbra.
Hizo la maleta como tantas otras veces, sólo que esta vez introdujo una pieza más.
Cuando se dio cuenta de que su destino había sido sentenciado irreversiblemente, no le quedaba otra que aceptar lo inevitable. Siempre le había costado tomar” grandes” decisiones y dentro de muy poco debía decidir la más importante. No quería estar solo, le hubiera gustado terminar junto a su amada Martina, pero no podía dejarle un recuerdo tan cruel.
Salió de casa muy temprano, deambuló durante mucho rato, ni se dio cuenta de que estaba en una zona de la que algunos dirían nada recomendable. Se le acercó una chica haciéndole proposiciones, el se quedó mirándola sin aceptar ni rechazar, pensó que era preciosa, tenía una cara angelical. Ella le tiraba de la manga
–ven conozco un local
- No, yo sé de un hotel que te gustará.
- El local está aquí al lado
- Es un hotel de cinco estrellas y el contrato es por un día
A la chica se le ilumino la cara ¡qué suerte! No se lo podía creer
-Espera cinco minutos, voy a por mis cosas.
Sacó la llave de la habitación del bolsillo de su albornoz. Echó una ojeada a la chica que dormía en la cama. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de ropa. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Volvió a la cama, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien.

conxa dijo...

Como cada lunes habían quedado en Princes Street , esquina con Hannover calles muy concurridas, pues eran paso obligado de la gente de Edimburgo cuando salían de compras y también de los cientos de turistas que cada día llegaban, muchos de ellos a través de ferrocarril y cuyo estación de destino Waverley se encontraba allí.
El enclave les permitía pasar desapercibidos y, eso era lo mejor para ambos, o quizá debería decirse, para ella.
Conoció a Charles en el Púb Station, lugar emblemático de música en vivo. El actuaba allí, con un grupo de rock que empezaba a ser conocido. Todos eran jóvenes que querían despuntar en el mundo de la música, y para ello que tocaban cada fin de semana en dicho local. Particularmente, los viernes se llenaba con toda el personal que después de unas jornadas de trabajo, salía a tomar unas pintas y, también de muchos extranjeros que, atraídos por la belleza de la ciudad y los viajes low cost, acudían a pasar el fin de semana.
Laura había llegado a la ciudad hacia tan solo 6 meses con su marido, un agregado cultural del consulado de España.
Pedro y ella llevaban algunos años casados y su vida discurría de forma paralela, por no decir completamente separada. Sólo las apariencias, cuando se trataba de acudir a diferentes eventos relacionados con el trabajo, los mantenía juntos.
Aquel viernes, como tantos otros desde su llegada, estaba sentada en la barra. No sabía como terminaría la noche, pero lo cierto es que cuando lo vio lo miró sin disimulo y al finalizar la actuación él se acercó. Apenas habían cruzado cuatro palabras cuando, la cogió de la mano y la llevó hasta su coche.
A partir de entonces sus encuentros fueron haciéndose habituales. El sexo y la pasión eran lo único que existía pero luego, a medida que fue pasando el tiempo, él empezó a tomar todo aquello de una forma distinta. Quería y necesitaba algo más, formar una vida en común.
Desde un principio Laura le dejé claro que no iba a abandonar a su marido. Para ella Charles estaba bien, pero no dejaba de ser un capricho, un entretenimiento.
No iba a renunciar a todo aquello que formaba parte de su vida. Su estatus, una estabilidad económica, sus amistades. Ella era la esposa de Pedro Beltrán y eso no quería perderlo.
Ese día, tras encontrarse se dirigieron al coche y, enfilaron hacia Dumbar, una población costera cercana a la ciudad, donde se alojarían durante el fin de semana en un hotel discreto y tranquilo. Mientras conducía, Charles estaba nervioso y su cantinela iba haciéndose cada vez más pesada para ella. Su reiteración sobre el tema la sacaba de quicio. Le resultaba cansino. Se decía que era como un niño malcriado que quería salirse con la suya a toda costa. Le empezaba a resultar insoportable.
Cuando llegaron, se dirigieron a la habitación.
Estaba decidida, iba a dejarlo. Sin embargo pensó que tampoco iba a perder nada si por última vez hacían el amor, ya habría tiempo de hablar, de decirle que se había acabado. Lo cierto era que Charles sabía satisfacerla y, si aquello iba a terminar…
Cuando después del clímax sus ojos se encontraron, la inmensa tristeza que vio en su mirada la aturdió. No pudo comprenderlo. Era dolor, pero decidió ignorarlo. Se dio media vuelta y se durmió.
Entonces él sacó la llave de la habitación del bolsillo de su albornoz. Echó una ojeada a la chica que dormía en la cama. Después fue hasta una de las maletas, la abrió y extrajo una automática de debajo de un montón de ropa. Sacó el cargador, lo examinó y volvió a colocarlo. Quitó el seguro. Volvió a la cama, miró a la chica, apuntó con la pistola y se disparó un tiro en la sien.

Jordi dijo...

CINÈMA DE TERROR
Anar al cinema a finals de la tardor o en ple hivern , en aquell poble d’estiu ja abandonat per tothom, era sempre una experiència .No sabies mai que et podies trobar ; des de una programació doble de terror fins a extranyes pel.licules d’art i assaig sense subtítols. Aquell dia projectaven Campanades a mitja nit i, malgart un cel negre que amenaçaba pluja , vàrem decidir acostar-nos al vell teatre reconvertit per acabar de matar un dissabte ensopit.
Estavem sols.No ens ho acabavem de creure , però era cert : no hi havia ningú.La sala , enorme, mal il.luminada , amb les seves butaques de un blau insultant, era buida i, amb sinceritat, feia una mica de basarda seure enmig d’aquell silenci blanquinós.
Agossarats , ens vam decidir per seients del mig de la platea -però al costat del passadis – i , una mica acobardits, ens vàrem dispossar a veure aquesta obra mestra. En el fons tots dos crèiem que no era impossible que ens assessinessin .El mateix acomodador , despres de vendre’ns les entrades, comprobar que no eren falses i acompanyar-nos fins a la entrada de la sala era ,amb tota probabilitat ,un psicòpata.En la foscor , inmersos en la pel.licula, poc a poc anavem oblidant les nostres pors.De sobte, però, es van encendre totes les llums de la sala .Astorats i sorpressos no enteníem el que succeïa fins que, incrèduls,vam llegir a la inmensa pantalla : “ Senyors espectadors els recordem que el servei de bar està a la seva disposició”. No era possible , no podia ser que ningú fos capaç de fer-li això a Campanades a mitjanit per vendre una cervessa i dos bosses de patates .Era un parany , segur, però no hi cauriem.
Passaven els minuts i les llums continuaven encesses .Les nostres mirades es creuaren expresant una certessa : no s’apagarien mai sinò abandonavem la sala. Sense dir-nos res,lentament, agafats de la ma , seguint extranyes indicacions escrites en folis de paper groc engantxats a les pareds , travessant diferents passadissos i cortinatges –amagatalls propíci per qualsevol assassí- ens acostarem al SERVEI DE BAR.
Sota un petit rellotge d’estació desllorigat , un poster amb la Marilyn , un calendàri inútil, i un cartellde CocaCola a la pared , la barra del bar ens esperava abandonada i tètrica.Un silènci absolut , il.luminat per una única bombeta, ens rodejava .No ens
atrevíem dir res.Vàrem esperar alguns minuts abans de iniciar el perillós camí de tornada.Però no va ser possible .Com en el pitjor dels mals sons, la veu del ubic acomodador , sorgint del darrera de no se sap on ens preguntà:

-Els senyors desitgen alguna cosa?

Joan dijo...

EL BOLÍGRAF
escrit per DANIEL
PRIMERA PART
“Roser, saps que sóc persona de poques paraules, per això prefereixo escriure’t. A la nit, són més de la una, assegut a costat del llit on dorm la Marta (l’he batejat així) i assaboreixo la venjança abans no em portin a la presó o al cementiri”.
“Segur que t’emportaràs una sorpresa quan t’arribi la noticia que tinc una amiga. Jo, l’Anselm una aventura? Quina idea més absurda”! Si no...
“En la intimitat, massa sovint em deies si de veritat m’havien educat com un home! Ho recordes! Tan estranyes i ximples devien ser les meves inoportunes preguntes. I jo aleshores feia memòria dels companys de joventut ja es posaven a riure, quan gosava intervenir a les converses. Sota l’aparença d’un físic més aviat agradable, d’un posat tranquil hi vivia jo, Anselm Gracia, un xicot insegur, atordit i desconcertat. No entenia el món que em rodejava. Era incapaç comprendre els amics, les seves il•lusions, els bojos entusiasmes que els feien cridar davant la televisió veient el futbol. Tampoc m’agradaven les bromes sobre les noies. Sempre el mateix tema: el sexe, i jo amb una actitud distant i seriosa els escoltava, incapaç de trobar la paraula adequada per dir la meva. Tenia tanta por de fer el ridícul”!
“El meu pare, la mare es va morir quan tenia menys d’un any, només es preocupava pel taller i tot just parlava amb mi. Vaig entrar d’aprenent en el petit taller de serralleria que ell havia fundat al principi dels anys quaranta. Perquè aprengués des de baix o potser ja em veia poc madur, em va posar al costat d’un operari que reparava panys. L’home agafava un tros de ferro estampat i amb les llimes l’anava modificant fins que clau entrava dins del cadenat i aconseguia donar la volta als pistons. Quan la clau la entrava i sortia amb facilitat i els gatells funcionaven em deia satisfet:” Ho veus Anselm, tot és qüestió de traça, temps i grandària, com amb les dones; bones paraules, poc a poc i el gruix adequat”, llavors acompanyava la frase amb un gest incomprensible per a mi. Jo era un babau, Roser!”
“L’aïllament de la resta d’operaris em va tancar encara més. Com si les claus i els panys estiguessin pensats també per a mi. Només tanques i pistons, girar, donar una volta, una mica d’oli i el gatell que sortís al temps just. Així temps i temps. Més de nou anys de rutina, soledat i conformisme”.
“Fins que et vaig conèixer. La veritat Roser és que no eres gaire bonica. Tens els ulls d’un gris vulgar i una cara llarga, que aleshores l’adornaves amb uns cabells estirats tenyits de ros que accentuaven aquesta impressió”.
Però a qui podia aspirar jo, un home que només sabia fer claus i reparar panys!

Joan dijo...

SEGONA PART
“El nostre festeig va durar anys, masses. Tu guardaves sempre les distàncies. La veritat és que no en tenies necessitat. La frase de “paraules justes i el gruix adequat” la tenia gravada a cops de martell. La meva obsessió era si quan arribés el moment tindria la clau a punt per obrir el pany. El mestre mecànic es va sorprendre quan li vaig fer una pegunta directa sobre el tema. “Però què dius home? Quines beneiteries et passen pel cap? La naturalesa et es sabia i sabràs com t’has de comportar quan et casis i et trobis sol amb ella al llit”!
“Quina vergonya la primera vegada quan vas sortir del bany amb un camisó gairebé transparent Que poc delicat, i quines preguntes més absurdes et vaig fer! Pròpies d’un infant curiós, impertinent i immadur. La cara de sorpresa i incredulitat, la vermelló de la cara, la humiliació que encenien aquells grisos sense vida sóc incapaç d’escriure-la. Devies passar tanta vergonya! Vas arribar a creure que m’agradaven els homes! I no era veritat! Et volia a tu Roser! Però no sabia... L’experiència va ser molt dura, més per a tu que per a mi. Devies pensar que al cap d’uns poc temps, amb una mica d’experiència tot s’arreglaria. Però no, de dia t’afalagava, t’omplia de tants compliments i atencions que no vas trigar gaire a mostrar el teu disgust. “No siguis tan pesat Anselm, t’acostes tant que no em deixes ni espai per moure’m” En canvi a la nit tornava a ser la persona maldestre incapaç d’obrir el pany”.
“El vell mestre clauer va deixar de fer-me bromes. En definitiva jo era el fill de l’empresari i estava casat! Però la sensació de soledat, de sentir-me fora del negoci, va augmentar, perquè mentre la resta d’operaris millorava, el meu pare em mantenia al mateix lloc, rodejat de llimes gastades i suportant les manies i queixes de les senyores. Una noia, l’anomenarem Marta, una tarda es va presentar amb un objecte embolicat i amb molt de misteri me’l va deixar al caixó. “Sr Anselm, m’ho vol llençar? Jo tic por, era del pare, la guerra, sap... A l’obrir el paquet va aparèixer una pistola amb carregador i tot. La noia quasi tremolava. “Als temps que corren, ja sap... es poden pensar” i com a disculpa va afegir “El pare la tenia amagada com un tresor... fa uns dies que el vam enterrar... però sap... patia manies... que si un dia tornaré a necessitar-la ... en el fons... era un inútil i un desgraciat! I cregui’m que sento dir-ho!”. Gairebé es va posar a plorar. Ella no ho sabia, però jo si que era un pobre home desgraciat!”
“Però sempre hi ha un moment que la vida obre una escletxa al més infeliç. I la llum va entrar quan vas quedar embarassada. Per fi! Més aviat tard que d’hora la clau havia fet saltar el pistons i el pany s’havia obert”.
“Tothom em va felicitar, menys el pare, encara que d’ell no em va sorprendre. La teva mare va fer-ho, com t’ho diria... com avergonyida Primer em vaig quedar parat. Després, com una molla que s’oxida i el sutge fa malbé tot el pany, el destrueix. Així em va passar a mi amb ella; la vaig odiar. Que es pensava? Que no seria capaç...? Això volia dir que tu li havies dit alguna cosa, per això s’estranyava. No hi trobava cap més explicació, hi també et vaig odiar a tu”
L’Anselm va respirar a fons perquè no era fàcil seguir escrivint. Com podia traslladar al paper el dolor que va sentir quan va entendre que la seva paternitat era una falsedat molt ben dissimulada. La Roser l’enganyava i la ràbia va actuar com un cop de llima mal donat, que destrueix la feina que has dedicat moltes hores. Amb ràbia va continuar escrivint.
“Una frase aquí, un somriure dissimulat d’algunes clientes i al final vaig tenir la confirmació de les sospites”.

Joan dijo...

TERCERA PART
“Molt bé Roser, si tu has estat capaç d’enganyar-me jo també ho he fet. I la veritat és que no m’ha anat gens malament. Ara penso que potser la culpa no era del tot meva. La Marta, la que em va proporcionar la pistola, m’ha fet sentir un home... Però desgraciat i infeliç. He suportat masses humiliacions, i falta d’afecte perquè una estona de plaer ho pugui esborrar tot el que he patit. Tinc la tristesa com a companya dins el cor. Molt més temps del que et pots imaginar”.
“La Marta m’ha dit que podem fugir junts. S’ha presentat al l’hotel amb les maletes preparades. I jo... no sé... El cap em dóna voltes... No puc oblidar la infància, les burles dels companys, la mala fe del pare, la indiferència cap al meu futur, els complexos que vaig tenir sense que ningú em donés un bon consell. Mira que fins i tot vaig enyorar les bromes del vell mestre clauer! Ho sento no trobo la sortida... i si em mato jo... si li disparo un tret a la Marta i m’entrego a la policia...? M’entendrà algú...? Quines bestieses... Quina culpa en té ella... I tu Roser tampoc no...”
El bolígraf es va quedar sense tinta, o havia pressionat massa la bola contra el full perquè el paper s’esquinçà. El va llençar amb ràbia a un racó de l’habitació. Ni tan sols escrivint podia expressar l’espantós dolor que li enfosquia l’ànima.
Els detalls més insignificants, a vegades decideixen la vida de les persones. S’ha dit que l’escriptura pot salvar vides, però l’Anselm no va ser capaç ni de pensar-ho. El bolígraf no tenia solució, com la seva existència.
Va perdre la noció del temps i l’espai, No sabia què hi feia allí en un hotel desconegut al costat d’una dona que l’era indiferent i ... odiosa. Per culpa d’ella no podia tornar a veure la Roser. L’angoixa, l’aspresa de la vida, l’amargor i la sensació de fracàs es van fer insuportables. Havia de prendre una decisió!
Aleshores va treure la clau de l’habitació de la butxaca del seu barnús. Una mirada ràpida a la noia que dormia al llit. Després se’n va anar on tenia les maletes, la va obrir i va treure una automàtica de sota un munt de roba. Va treure el carregador, l’examinà i el va tornar a posar. Va treure el fiador. Se’n tornà cap al llit, mirà la noia, va apuntar amb la pistola i es va disparar un tret al pols.
DANIEL